Una nota musical, en clave de armónica
A la memoria de mi amigo Víctor Miguel Vásquez
que fue un excelente ejecutante de varios instrumentos musicales.
(Cebaldo) Te cuento, Jorge, que de niño empecé a aprender a tocar piano. Pero mi viaje a la ciudad interrumpió el aprendizaje y nunca más he dedicado tiempo y pasión a un instrumento. Ni tambores en las “fiestas patrias”, ni flautas en las tardes de la aldea. Pero siempre me encantó ver a los ejecutores de las artes musicales, escucharlos. Desde la trompeta al violín, desde el piano a las maracas.
(Jorge) Pues la verdad es que, viéndolo de cerca Cebaldito y como bien dijo doña Gabriela, todo es ronda. Y música. Pero antes de entrarle al tema que traes permíteme un comercial, porque lo abordado en la Luna Llena de septiembre — la gesta de ese ser humano inmenso llamado Nelson Mandela — se me quedó entre ceja y ceja. Y buscando y buscando saber más de él y de su pueblo llegué a la autobiografía, El largo camino hacia la libertad, que mucho quiero recomendar aquí, sobre todo a las y los generosos lectores que nos indicaron que también quedaron tocados por Mandela. En la red se baja libre y en varios formatos el libro. No se lo pierdan.
Volviendo ahora sí al tema que propones: claro, por supuesto. ¡Quien domina un instrumento musical lleva ventaja! Y va por ahí provisto de una herramienta útil para ajustar o soltar casi cualquiera tuerca de la vida.
(Cebaldo) Siempre me fascinó la armónica. Y escribo sobre ella ya que voy preparando mi mochila para el próximo viaje a Panamá, metiendo las canciones, poemas y libros que me acompañarán. Y descubro entre las cosas un cd de ese virtuoso del aparatito: Toots Thielemans.
(Jorge) Menudo aparatito aquel, literalmente. ¡Pero cuánto puede acompañar! Y en el bolsillo no más se lleva. ¿Sabías que fue el primer instrumento musical en un vuelo espacial? Dos astronautas de la misión Géminis 6 (1965), llevaron una en el equipaje. Y otro detalle que engrandece a la armónica, o “rondín” como le llamaban en el Perú de antaño, o “dulzaina” en Colombia y El Salvador (…nombre este para lindo), es que fue el instrumento musical más adquirido en el mundo durante el siglo XX.
(Cebaldo) Y entonces, a ver: ¿Quién fue Toots Thielemans? Un belga que vivió reinventando el sonido de la armónica durante más de 60 años. Y fíjate que ese instrumento fue también el de mi tío Fred — el cantor de blues — y de sus amigos que llegaron a Ustupu desde la ex Zona del Canal, cantando músicas extrañas y tocando armónica.
La posibilidad de cargar una emoción, una alegría, nostalgias, en un bolsillo de la camisa o del pantalón… tal vez fue esto lo que me atrapó de la música de Thielemans.
Cuenta la historia que el hombre tenía 16 años cuando por primera vez prestó atención al sonido que lo acompañaría el resto de su vida. “Fue en un filme, no me acuerdo el nombre... el personaje estaba en el corredor de la muerte, en espera de su turno para subir a la silla eléctrica y tocaba armónica...”. Dos años después descubrió en Bruselas la pasión por el jazz, más o menos a la misma hora en que las tropas alemanas entraban en la ciudad. “Fui a escuchar un disco de Louis Armstrong, de eso me acuerdo bien. Y así me convertí en músico durante la ocupación nazi…”, diría años más tarde.
Toots tocó y grabó con Miles Davis y Tom Jobim. Con Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Oscar Peterson, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Elis Regina, con Chico Buarque, Caetano Veloso y Pat Metheny, acompañado de muchas voces de distintos géneros, geografías, colores y edades, con las que se cruzó en siete décadas.
(Jorge) Juan Ramón Jiménez definía la música como “una sucesión de hermosura más o menos inexplicable y deleitosa.” Esta sucesión de hermosura, además, puede ser medicina: la buena música llega a curar oyéndola o haciéndola. No lo sabía pero la armónica se utiliza en programas de rehabilitación pulmonar. Y es que tocarla implica inhalar y exhalar con fuerza contra algo que se opone, en este caso las llamadas lengüetas del instrumento, “…ayudando a desarrollar un diafragma fuerte y a respirar usando toda la capacidad pulmonar.”
Caray compadre: hasta la armónica le propina un duro golpe a la industria farmacéutica.
(Cebaldo) Hay días en que me imagino que estamos en una Inna — la gran fiesta colectiva de la aldea, donde se danza, se canta y se brinda por la vida y la naturaleza —, y que de pronto encuentro a mi tío Fred y a sus amigos, entre ellos “Toots”, con su armónica de suave melodía. Y la Inna Nega, la casa de la chicha, es invadida por todos esos encuentros musicales, desde el canto guna a los árboles o al viento, hasta un lejano blues y la armónica mágica. Y todos volando a mundos interiores, viviendo sensaciones únicas y totales… ¡Culturas encontrándose!
¡Benditos instrumentos musicales — bienaventurados sus interpretes!