Las manos
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Me tocaba llevar el timón en esta Luna y escogí, por las razones que luego se explican, el tema de las manos humanas. De ahí, ir al poeta Ernesto Cardenal y a su poema La Mano (Catinga 14 de su libro Cántico Cósmico) fue algo lógico, como lógico y habitual ha sido en la mayor parte de nuestras vidas tener presente la vida y la poesía de Cardenal. El 1 de marzo, cuando terminábamos el texto de la Luna, empezaron a llegar los mensajes desde Kuna Yala: el poeta había partido. Partió Cardenal y nos dejó verdaderamente solos. Tristes y solos, pero con la certeza de que él ha de estar feliz comprobando lo que nos dijo siempre en su poesía: que la fiesta sigue y que a pesar de los pesares – a pesar sobre todo de tanto dolor innecesario – el Amor es la energía fundacional y conectora del Universo.
La noche anterior, de sábado para domingo, escuchábamos con Beth una hermosa canción medicina en la voz de María Giraldo: “Como el infinito Cosmos en constante expansión / Enseñando a abrir las puertas de la mente y del corazón / Como luz de luna llena iluminando mi temor / Para avivar la llama de mi fuego interior / …¡Así eres tú!”
Así has sido tú para todos nosotros Ernesto. Grande tú, coherente y consecuente como los mejores seres humanos: ¡Buen viaje! Y recuerda darnos una mano de tanto en tanto. Esta Luna Llena es un sencillo homenaje agradecido a tu querida e inolvidable presencia -jv
Las manos
(Jorge) Recibo de mi hermana Ana Cecilia una fotografía de nuestros padres. Nunca la había visto. Quién sabe en qué cajón habrá quedado dormida por tantos años allá en Lima. Mis padres están jóvenes, recién casados. Ante una imagen así uno trata de apropiarse de cada pedacito de la historia que trae: la expresión de sus rostros, la ropa que usan, hacia dónde apuntan las miradas, la forma cómo ella se apoya en él, el mobiliario de la época... ¿Pero sabes qué es lo que me atrapa más de esta foto Cebaldo? Sus manos. Las de mi padre reposan sobre un hombro de ella, como abrazándola. Las de mi madre sobre su regazo una y sobre la rodilla de él la otra.
Miro largamente esas manos y observo que mis propias manos y las de mis hijos, se parecen. ¿No será que nuestra herencia genética de fondo, esa que nos hace caminar, percibir y reaccionar de una manera y no de otra, no se expresa tanto en el rostro, el color de los ojos o la forma de las orejas sino en las manos, compadre?
(Cebaldo) Hablando de fotografías, memorias y manos, me acuerdo que una vez me llegó a Portugal un paquete desde Panamá con recortes de periódicos y una colección de fotografías. Era un regalo que me enviabas, querido Coqui. ¿Te acuerdas? Y entre esa maravillosa colección estaba una foto de mi papá con sus amigos educadores. ¡Eran fotografías tomadas por Bill Miller, un soldado gringo de mediados de los años ´40!
Encontré además niños de Ustupu jugando softball, un hidroavión cerca del muelle, una madre y su hijo, el rostro alegre de niños con montón de dientes de animales y peces como collares, la aldea con calles anchas y casas grandes. Las fotos son regalos del tiempo, miradas de nuestras vidas. También son heridas, algo que se perdió, que ya no está...
¿Y dónde en muchas ocasiones se observa mejor el paso del tiempo? ¿En el rostro? A veces éste despista… Tantas veces lo encontramos en los pliegues de las manos, que cuentan de días duros, como de los menos duros. Las manos hablan, como las fotografías.
(Jorge) El cuerpo humano es uno de los mejores del reino animal –“Sino el mejor...”, decía Alexander Skutch desde su casa en las montañas. Cierto que muchas especies nos ganan de lejos corriendo, que no podemos volar, que ni tenemos el olfato del perro ni la visión del gavilán… Pero con manos como las nuestras podemos fabricar máquinas e instrumentos que nos permiten todo eso y más.
“Nuestras manos flexibles: los órganos de manipulación más eficientes y útiles del reino animal” [otra vez Skutch]
Animal racional y animal que usa herramientas, así nos catalogan. Y ambas virtudes son interdependientes: en nuestra evolución, sin una virtud no hubiéramos desarrollado la otra.
Lo más humano del hombre son sus manos.
Los delfines son geniales, pero sin manos.
[…]
Separado un dedo de los demás se agarró mejor de las ramas.
El dedo prensil produjo los viajes interespaciales.
La espiritualidad incluso –por el dedo prensil.
Así dice, poetizándolo todo como siempre, Ernesto Cardenal, quizás el poeta extra-comarcal más amigo y más querido en Kuna Yala.
Esas hachas, puntas de flecha, raspadores y demás que aprendimos a labrar hace miles de años y nos encontramos por ahí a veces, fueron posibles por el desarrollo de nuestro cerebro (...y lo hicieron posible).
...Fue para controlar las manos que el cerebro creció tan grande
[…]
La mano pensante...
[insiste Cardenal]
(Cebado) Mi mamá ha llegado a sus 90 años y cada vez que estoy con ella trato de recorrer su rostro, sus arrugas, que son su historia. Pero sobre todo sentir sus manos. Y siento que me cuentan de los días de la escuelita en la aldea donde ella enseñó. Sus dedos donde reposaron tizas, cuadernos, lápices... Los días de manos dadas con papá (confieso que los vi así pocas veces). Estas manos que sirvieron para escribir tantas cartas para las amigas que no sabían hacerlo... Cuando era niño me encantaba verla en su papel de escribana, de puente entre tantas sensaciones. Sus manos y su voz, en esos encuentros con sus amigas.
(Jorge) ¿Has visto Cebaldito esas bellísimas pinturas rupestres en las cavernas, aquellas de puras manos? ...¡Todavía recuerdo el impacto que me causó la primera vez que las vi en una foto de la Cueva de las Manos, de la Patagonia argentina! Hablando de esas manos el mismo poeta místico amigo de los Kunas recalcaba:
...Es el comienzo del arte de la pintura
Y lo primero pintado fue la mano que pintaba
Aquí interviene ya Eduardo Galeano, otro que quiso y valoró a tu pueblo y lo hace como siempre cuestionador y en función de abre–ventanas:
“¿Por qué a nadie se le había ocurrido la posibilidad de que las pinturas prehistóricas fundadoras de la belleza en el mundo, fueran obra de las mujeres?” Lo preguntó en su libro Espejos (2008).
Cinco años después, el 2013, Dean Snow, arqueólogo de la Universidad de Pennsylvania, publicó un artículo científico sobre las manos pintadas encontradas en ocho cuevas de Francia y España. Mediante la comparación de las longitudes relativas de los dedos Snow determinó que aproximadamente el 75% de esas manos, eran manos de mujeres…
(Cebaldo) Otras manos que me cuidaron y contaron fueron las de tía Lucia que diseñaba – sobre un papel y luego en una tela que después sería una Mola o Mor, el vestido–poema que las mujeres de mi aldea visten día a día – rutas de caracoles, de vientos del norte, de mares imaginarios, de mariposas que lloran, aves que duermen....
Y las manos de mi tío abuelo Fred Williams. Mi primer contador de historias, poeta–pescador, de su boca salían historias fabulosas de universos coloridos, de magias en el bosque... Y de sus manos, de sus luchas con el mar, llegaron sabrosos peces a nuestra mesa. Unas manos callosas de tanto canaletear, de tanta pequeña herida de anzuelos y mordidas de peces.
Y muchas, muchas lunas después, estos deditos de Maria João, mi nieta, agarrados de la mano de su mamá, mi querida Nadili. Ahí te envío la foto. Nació hace pocos días, entre la fiesta de la Revolución Kuna y el vuelo de Ernesto. Como diciéndonos, que el amor continua, y que “nadie suelte la mano de nadie”
(Jorge) Caray compadre, hay tanto sentir y tanto que hablar en el tema en que nos hemos metido. Por ahí nos podríamos ir lejos, de mano en mano, recordando, agradeciendo, tocando pues (y con qué sino con las manos), tal diversidad de asuntos… Bueno, ya. Que sea Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto – Pablo Neruda para los amigos – quien lleve finalmente a puerto este escrito nuestro alunado y ultramarino,
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta.
Hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.
Neruda: Tus manos
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Cebaldo Inawinapi y Jorge Ventocilla
Marzo 2020
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